Elena Quiroga, la escritora desconocida 26 de octubre de 2021 – Publicado en: Autores Clásicos, Libros, Reseñas destacadas – Etiquetas: elena quiroga, Escritoras, literatura naturalista, Literatura siglo XX, Novela, viento del norte
Hoy, 26 de octubre celebramos el I centenario del nacimiento de la escritora Elena Quiroga.
Decir que Elena Quiroga fue la primera novelista que ingresó en la RAE o que fue galardonada con el Premio Nadal por Viento del Norte es indicio suficiente de la gran obra que se esconde detrás de esta desconocida para la mayoría de los lectores, una de las voces femeninas más importantes dentro de la narrativa española de los años 50.
Aunque muchos sitúan Viento del Norte en la estela de Los Pazos de Ulloa, don Rafael Lapesa matizaba “hay naturalismo pero no es el de Zola ni el de La cuestión palpitante sino íntima comunicación con la tierra, su paisaje, su fauna, su flora, sus gentes, con el viento que la azota y el mar que se le abre; sentimiento de mutua pertenencia a todo ello, y también raigambre y continuidad”. Pues en la escritura de esta gallega de origen cántabro se aúnan “conocimiento del alma humana, sagaz observación de lo significativo, rechazo de la desmesura y dominio del arte de novelar”.
Como le sucedió a otros muchos autores de la posguerra, Quiroga refleja con maestría en sus novelas la soledad e incomunicación. «Creo que todos [ los de esta generación] nos caracterizábamos por la sensación de incomunicación, insolidaridad y soledad. Más exactamente: falta de libertad», afirmaba en una entrevista.
De esta manera queda reflejado en Algo pasa en la calle, donde establece un rico juego de perspectivas –de herencia claramente faulkneriana− en torno a la figura del ausente Ventura, o a través del individuo inadaptado que se desenvuelve en el escenario taurino de La última corrida.
Tristura y Escribo tu nombre, obras ya de los años sesenta se insertan dentro de un proyecto autobiográfico en el que el lector es testigo del madurar de Tadea, la niña solitaria y arisca que pasa del ambiente hostil de la casa familiar santanderina al internado de monjas del que saldrá ya en plena adolescencia. Paisaje íntimo que, inevitablemente, nos trae a la memoria otros personajes inolvidables de coetáneas de Quiroga como Laforet o Matute.
También Domingo Ynduráin la tendría en cuenta en su discurso de ingreso a la RAE –no en vano le precedió al entrar en la docta casa− cuando expone “En la mayor parte de las novelas de Elena Quiroga, a pesar de esfuerzos y violencias, a pesar de los crímenes incluso, la vida (y el tiempo) sigue su curso, impasible e indiferente ante esa agitación superficial”. De hecho este es uno de los rasgos principales de su narrativa al que se añade esa melancolía por lo que pudo haber sido, que conduce a sus criaturas a la conclusión de que “solo desde fuera de la vida, desde la indiferencia o la impasividad es posible comprender el sentido de las cosas, la realidad profunda: es la situación a la que se llega en Viento del Norte, en La enferma o en La sangre”.
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Sobre Elena Quiroga
Nació en Santander en 1919 y, sin perder contacto con su familia montañesa, pasó gran parte de su infancia y adolescencia en la Galicia de su padre, el conde de San Martín de Quiroga.
Luego fijará su residencia en Madrid, tras su matrimonio, en 1950, con el historiador y genealogista Dalmiro de la Válgoma y Díaz Varela. De formación autodidacta, Elena Quiroga se estrenará en 1949 con una novela de poético título y protagonista femenina, La soledad sonora, que será antesala del gran éxito conseguido con Viento del Norte, ganadora del Premio Nadal de 1950.
Esta formación autodidacta y de creatividad autónoma, la convierten en una novelista sin ataduras, abierta sobre todo a influencias diversas que le llegan fundamentalmente a través de sus lecturas.
No cabe duda de que dos escritores gallegos, Emilia Pardo Bazán y Ramón del Valle–Inclán la inspiraron en su primera etapa cuando se trataba de recrear el paisaje y el paisanaje de los pazos.
«Toda Galicia, de Norte a Sur y de Este a Oeste, paisaje, gentes, alma y vida, se adensa en la obra de Elena Quiroga.» Rafael Lapesa.
Pero la crítica no ha dejado de apreciar acertadamente en Elena Quiroga elementos de referencia novelística internacional —Stefan Zweig, Lajos Zilahy, William Faulkner y, sobre todo, Virginia Woolf— que en la España aislada en la que ella comenzó a publicar le confieren a su obra valor singular.
Era una escritora extraordinariamente original…. Una voz independiente que fluía de manantiales absolutamente propios y genuinos… Una autora que destaca por sus preocupaciones técnicas y, más concretamente, por su tratamiento novelístico del tiempo, inspirado en fuentes filosóficas, apuntaba Darío Villanueva (de la RAE), editor de sus Novelas y gran especialista en la escritora.
Ella admitía su preferencia por la interioridad del hombre, “el hombre de piel para adentro». Elena Quiroga fue una de aquellas veteranas escritoras que cambiaron, frente a la generación anterior, la manera de ver lo femenino y que intentaron y consiguieron un género narrativo que sobrepasaba lo testimonial para adentrarse en lo psicológico.