No hay en la cultura española moderna personalidad tan arrolladora como doña Emilia Pardo Bazán. Supuso un revulsivo en la sociedad de la Restauración y reivindicó su condición de mujer codeándose con los intelectuales del momento y contribuyendo a renovar la narrativa de su época. Gallega y cosmopolita, periodista y empresaria cultural, narradora traducida a numerosos idiomas, su figura también fue clave a la hora de introducir el feminismo dentro del debate cultural y político.

Nació en La Coruña -la Marineda de sus novelas- en 1851 dentro de una familia de rancio linaje gallego, y ella misma nos habla en sus Apuntes autobiográficos sobre su educación tradicional y su condición de lectora voraz.

Aún no había cumplido los 17 cuando se casó con don José Quiroga. Los recién casados iniciaron un viaje por Europa que despertó en nuestra escritora la inquietud por los idiomas, lo que le permitió leer a los grandes escritores en su lengua original.

Pascual López, su primera novela, constituyó una obra iniciática a la que siguió una ficción de balnearios europeos, Viaje de novios, de clara raigambre francesa. Pero no la veremos en su faceta naturalista hasta La Tribuna, su primera obra redonda.

En la década de los 80 publicó Los pazos de Ulloa y La Madre Naturaleza, dando un giro a lo rural que nos revela los conflictos sociales y sensuales del campo gallego. Entre tanto, su reputación seguía in crescendo también en tierras francesas. A las novelas anteriores le siguieron Insolación y Morriña, tal vez su novela más atrevida. En la década de los 90 publicó otras ficciones de corte idealista y siguió colaborando con numerosas revistas.

Viajera infatigable, fue a la Exposición universal de París y publicó las crónicas en diversos libros de viajes. Tuvo como amantes a Galdós, Lázaro Galdiano o Narcís Oller y siguió viviendo y escribiendo con intensidad hasta el final de sus días. Buena prueba de ello son estos doce volúmenes con su narrativa completa en los que descubrimos su evolución como narradora. En este 2021 se cumple el primer centenario de su muerte y todo el que se adentre en su lectura descubrirá que doña Emilia vive y palpita en cada una de sus páginas.