Antonio Machado
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“Nací en Sevilla el año de 1875 en el palacio de las Dueñas.
Anoto este detalle no por lo que tenga de señorial (el tal
palacio estaba en aquella sazón alquilado a varias familias
modestas), sino por la huella que en mi espíritu ha dejado
la interior arquitectura de este viejo caserón. En mi próximo
libro hablo de él, sin más datos que mis recuerdos infantiles.
Desde los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid
con excepción del año 1899 y del 1902 que los pasé
en París. Me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza
y conservo gran amor a mis maestros: Giner de los Ríos, el
imponderable Cossío, Caso, Sela, Sama (ya muerto), Rubio,
Costa (D. Joaquín —a quien no volví a ver desde mis nueve
años). Pasé por el Instituto y la Universidad, pero de estos
centros no conservo más huella que una gran aversión a
todo lo académico. He asistido durante veinte años, casi
diariamente a la Biblioteca Nacional. En 1906 hice oposiciones
a cátedras de francés y obtuve la de Soria donde he
residido hasta agosto de 1912, con excepción del año 10 que
estuve en París, pensionado para estudiar filología francesa.
Estudié en el Colegio de Francia dos cursos (Bédier y Meillet).
En 1909 me casé en Soria (Iglesia de Santa María la
Mayor) y enviudé en 1912. En 1º de noviembre del mismo
año fui trasladado a Baeza donde actualmente resido. No
tengo vocación de maestro y mucho menos de catedrático.
Procuro, no obstante, cumplir con mi deber. Mis lecturas
han sido especialmente de filosofía y de literatura, pero he
tenido afición a todas las ciencias. Creo conocer algo de literatura
española. Tengo una gran aversión a todo lo francés,
con excepción de algunos deformadores del ideal francés,
según Brunetière. Recibí alguna influencia de los simbolistas
franceses, pero ya hace tiempo que reacciono contra ella.
Tengo un gran amor a España y una idea de España
completamente negativa. Todo lo español me encanta y
me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de
resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando
siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos
momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo a poco
indefectiblemente. Soy más autoinspectivo que observador y
comprendo la injusticia de señalar en el vecino lo que noto
en mí mismo. Mi pensamiento está generalmente ocupado
por lo que llama Kant conflictos de las ideas trascendentales
y busco en la poesía un alivio a esta ingrata faena. En el
fondo soy un creyente en una realidad espiritual opuesta
al mundo sensible. Siento una gran aversión a todo lo que
escribo, después de escrito, y mi mayor tortura es corregir
mis composiciones en pruebas de imprenta.
Esto explica que todos mis libros estén plagados de erratas.
Mi gran pasión son los viajes. Creo conocer algo algunas
regiones de la Alta Castilla, Aragón y Andalucía. No soy muy
sociable, pero conservo gran afecto a las personas. He hecho
vida desordenada en mi juventud, y he sido algo bebedor,
sin llegar al alcoholismo. Hace cuatro años que rompí radicalmente
con todo vicio. No he sido nunca mujeriego y
me repugna toda pornografía. Tuve adoración a mi mujer
y no pienso volver a casarme. Creo que la mujer española
alcanza una virtud insuperable y que la decadencia de España
depende del predominio de la mujer y de su enorme
superioridad sobre el varón. Me repugna la política, donde
veo el encanallamiento del campo por el influjo de la ciudad.
Detesto al clero mundano que me parece otra degradación
campesina. En general me agrada más lo popular
que lo aristocrático social y más el campo que la ciudad.
El problema nacional me parece irresoluble por falta de
virilidad espiritual; pero creo que se debe luchar por el
porvenir y crear una fe que no tenemos. Creo más útil la
verdad que condena el presente, que la prudencia que salva
lo actual a costa siempre de lo venidero. La fe en la vida y
el dogma de la utilidad me parecen peligrosos y absurdos.
Estimo oportuno combatir a la Iglesia católica y proclamar
el derecho del pueblo a la conciencia y estoy convencido de
que España morirá por asfixia espiritual si no rompe ese lazo
de hierro. Para ello no hay más obstáculos que la hipocresía
y la timidez. Esta no es una cuestión de cultura —se puede
ser muy culto y respetar lo ficticio y lo inmoral— sino de
conciencia. La conciencia es anterior al alfabeto y al pan.
Admiro a Costa, pero mi maestro es Unamuno.
He publicado un tomito de versos en 1903 refundido
con nuevas composiciones en 1907 Soledades, Galerías, otros
poemas, y otro volumen Campos de Castilla en 1912. Tengo casi
terminados tres volúmenes Hombres de España, [Apuntes de paisaje],
Cantares y proverbios, que irán saliendo sucesivamente.
Se han ocupado de mis versos con elogio muy superior
a mi mérito Unamuno, Azorín, Juan R. Jiménez, Ortega
Gasset, Marquina, Acebal, González Blanco, Carner, Baquero,
Candamo en periódicos y revistas y Rubén Darío en su
libro, El canto errante”.
Antonio Machado
(Para una Antología, preparada por Azorín)
(Apud Jordi Doménech, Prosas dispersas, op. cit., 344–347).