Ignacio Aldecoa

Generacionalmente Ignacio Aldecoa pertenece a los escritores conocidos como “los niños de la guerra” que protagonizaron en los años 50 una importante renovación literaria.

A lo largo de estas Novelas completas, Hipólito Esteban Soler, uno de los mayores especialistas en el autor, nos ayuda a apreciar el crecimiento narrativo del autor alavés que entiende la escritura como una actitud ante el mundo y en su épica de lo cotidiano siente especial predilección hacia los seres olvidados de la sociedad.

En El fulgor y la sangre, finalista del Planeta en 1954, un guardia civil muere en acto de servicio y cinco esposas aguardan angustiadas la llegada del cuerpo a una claustrofóbica casa-cuartel, sin saber cuál de ellas será la viuda. Una novela coral a la que seguirá, un año después, Con el viento solano, donde se parte de la traumática muerte del guardia civil, para desplazar el foco hacia la huida del gitano homicida y los prejuicios contra este colectivo.

En los dos últimos títulos, Aldecoa nos traslada hasta el mundo de los trabajadores del mar. De Gran Sol, Premio de la Crítica en 1957, que retrata la travesía de dos barcos arrastreros hasta las costas de Irlanda a Parte de una historia, donde la vida desenfrenada de unos turistas americanos en una pequeña isla canaria desembocará en tragedia.

Nacido el 24 de julio de 1925 en Vitoria (Álava), Ignacio Aldecoa creció en una familia de la burguesía media. De los cinco a los diecisiete años cursa los estudios primarios y el bachillerato con los Hermanos Marianistas de Vitoria, una desagradable estancia de enfrentamientos con el director y profesores hermanos, agudizados tal vez por sus manifestaciones de agnosticismo a partir de los doce años, en que perdió la fe. Su vida es la de un joven de clase media tradicional, con gran afecto hacia la familia pero en frecuente conflicto con ella y en rebeldía con el estricto ambiente de su ciudad. Los años adolescentes fueron tiempo de apasionada afición por la novela de aventuras, particularmente las del mar. Superado el bachiller, Aldecoa emprende en Salamanca los estudios de Filosofía y Letras. De esas fechas data su agudo conocimiento de muchos de los personajes marginales que aflorarán en sus historias, sobre todo de los gitanos. En octubre de 1945 Aldecoa se traslada a Madrid para cursar la especialidad de Historia de América. Allí trabó sólidas amistades con Rafael Sánchez Ferlosio, Jesús Fernández Santos, Alfonso Sastre, Carmen Martín Gaite o Josefina Martínez, con la que contraerá matrimonio en 1952. A lo largo de estos años Ignacio asiste a tertulias literarias y va cimentando su obra literaria. Impulsado por su vocación de conocer mundos y gentes, Aldecoa participa en las Jornadas Literarias por tierras de España, a partir de 1954. De todos los lugares a los que viaja, dos iban a imprimir su huella decisiva en Ignacio: Ibiza y Nueva York. En mayo de 1959, los Aldecoa vuelven a Ibiza y al comenzar el otoño regresan a Madrid, al ambiente social y político del país, de tan difícil tolerancia. Fatalmente, estando en casa de su amigo el torero Domingo Dominguín para asistir a una tienta, sufrió un súbito ataque al corazón y murió el 15 de noviembre de 1969.