Calderón esencial

Pocos autores han alcanzado la altura de Calderón de la Barca en la historia del teatro universal. Recogiendo el testigo del “arte nuevo” de Lope de Vega, lo trasciende con su fuerza dramática y su dominio del lenguaje, forjando luminosas tramas y conmovedores caracteres humanos.

Por ello, ponemos a disposición del lector las ocho comedias esenciales de su producción dramática, prologadas por Ignacio Amestoy. De su mano, apreciaremos el genio dramático calderoniano, así como el peso jesuítico en aquel momento o la huella de Trento en el teatro áureo. Un repertorio que nos revela la versatilidad de Calderón en cualquier escenario.

A través de la lectura, lo veremos transitar de la comedia histórica –La cisma de Ingalaterra– a la de santos –El príncipe constante-, pasando por la de capa y espada –Casa con dos puertas mala es de guardar– y demostrando su habilidad cómica –La dama duende-.

También, su reflexión sobre una sociedad asfixiada por el honor –El médico de su honra-, que clama por la libertad –El alcalde de Zalamea– o que debate sobre la religión –El mágico prodigioso-. Llegando a la hondura trágica del ser humano en la obra maestra de su creación artística, La vida es sueño.

Calderón es un hombre de su tiempo y su obra responde a unas coordenadas concretas. Nace con el siglo XVII y, a los pocos años, Madrid se impone frente a Valladolid como villa y corte. Una capital nueva cargada de expectativas que sirvió de base al teatro emergente que había tenido a Lope de Vega como principal embajador, tanto en los corrales como en el Alcázar. En Madrid se funda el Colegio Imperial regido por los jesuitas donde Calderón recibirá una sólida formación intelectual y realizará sus primeras composiciones dramáticas. Tras su paso por las universidades de Alcalá y Salamanca el joven Pedro vuelve a la capital para debutar como poeta dramático y poco a poco va estrechando su vinculación con el Alcázar. Comienza a escribir comedias hacia 1620, y siguiendo la estela de la “comedia nueva” lopesca crea un teatro con voz propia. Para Calderón no había géneros menores ni temas superficiales: dedica su arte con la misma intensidad a la comedia de capa y espada o el drama de honor que a las las piezas de asunto religioso y la histórico. Y respondiendo al espíritu barroco, sus comedias se construyen sobre la dialéctica constante entre personajes. Una suma de contrarios que busca la síntesis total y le lleva a fundir lo serio y lo burlesco, lo jocoso con lo trascendente y la broma con la lírica.

Calderón muere en 1681 y hasta este mismo año nunca deja de escribir. Ha vivido lutos, guerras, cierres de teatros… y como legado más precioso nos deja una obra monumental que va más allá de las fronteras del teatro del Siglo de Oro para elevarse a las cimas de la literatura universal.